lunes, 31 de octubre de 2016

No me tomes el pelo

Un hombre de negro con pinta de mafioso envía un paquete a través de su mejor agente, osease, yo, a la dirección: "Reloj Pérez". Cuando llego allí un hombre vagamente corto y perezoso me dice:
-Le entrego el paquete en nombre del señor Romina.
-Sí, pero ya llega tarde, no lo quiero.
¿Qué hago yo con este paquete ahora?
-Dile que coja lo que es mío y me lo envuelva para llevar, porque pienso pasarme por casa de ese tío si no atiende a razones.
-¿Cómo?
-No es natural andar haciendo este tipo de favores.
-¿Quién eres tú?
-¿No lo pone ahí?
-No. No sé por qué piensas que porque haga un recado sea la putilla de alguna empresa de mensajería española.
-Bien, mejor. Pero que sepa que yo no me dedico al tráfico ni al blanqueo de nada.
Ya me iba, cuando no pude dejar de pensar en alto: "Será capullo el tío este."

Pasó un tiempo mientras yo iba con el coche, hice un par de recados y no sentía ni la más mínima curiosidad por la caja. Nada que no se pudiera obviar mi falta de interés por conocer los negocios que se traía entre manos mi jefe. En un alto, en un parquin de vete a saber dónde, lo miré como si fuera una película de Hitchcock y hubiera una bomba dentro. Como en la escena esa del autobús, y yo siendo el niño ese pequeño, pero que sabe conducir.
Podía ser cualquier cosa. Podía ser hasta un gato muerto. ¿Y quién sería éste? ¿El dueño de protectora de animales, una tienda de mascotas, de un centro de espiritismo y buena suerte? La verdad es que olía a gato encerrado, muerto, putrefacto pero sin agujeros. La caja. Podrían haber gusanos, o serpientes. ¿Confeti? Tenía cierta pinta de homosexual el tío al que iba dirigido.
La tensión me estaba matando. Pero me decidí a volver donde mi jefe.
-¿Qué hay dentro, señor?
-Una cabellera humana.
Y él no era un alien con pinta de reptil.
-¿Dios? ¡¿Qué hace usted con eso?!
-Verás, Raquel, cada vez piden más realismo a las pelucas, y sin embargo la demanda es alta como para pagar por el precio de una de verdad.
-¿De dónde has sacado ésta y por qué?
-Es una advertencia. Para que no realice más injertos de pelo, ¡me está arruinando el negocio con las pelucas! Y bisoñés.
-Claro, como que se caen fácilmente. A diferencia de éste. ¿Pero no se podía hacer sintético, realista?
-Sí, eso tiene fácil solución.
-O podría ser crin de caballo. ¿Y cómo dice que ha conseguido éste?
-Verás. En la peluquería me preguntaron que si podía encontrar alguna. Y les dije que claro, que era forense. Pero para hacerlo necesitaba el dinero suficiente como para no dejar pistas con las tijeras, ni ningún resto de A.D.N. en el tejido. Prácticamente, como un buen cirujano con escalpelo, podía realizar la siguiente operación con el debido permiso.
-Usted no es forense.
-No, y con el debido respeto, no le digas a nadie sobre la profanación de tumbas como oficio de blanqueamiento de dinero. Es un sucio trabajo propio de los blancos.
-¿Tenía que ser rubia?
-Son las más fáciles de arrancar.
-¿Me puedo ir ya? -¡a la policía! Maldito puto loco desgraciado. Se les va a caer el pelo. Ya verá ya, él y toda su compañía de delincuentes sin un pelo de gracia.

Me dirigí a mi estación de policía de siempre y les conté lo ocurrido, pero más vulgar de lo que lo escribieron en la denuncia. Después de todos estos años. ¿Qué diría mi padre?
Probablemente algo como "si así de fácil fuera ponerse pelo habría ido arrancando cabelleras desde hace mucho tiempo".

No hay comentarios:

Publicar un comentario