sábado, 17 de septiembre de 2011

Los Aventureros: Después de entrar

Próximamente.

Últimas horas despierto

Llega un momento, bien entrada la noche, en la que solo puedes decidir si perderás el siguiente día para recuperar lo que llevas atrás o despertar antes de mediodía y así aprovechar para sin pensar, dejando a un lado la nocturnidad y pasando a tener un sueño normal, sin siesta o con ella, que aunque, opcional, relaja y descansas y luego necesitas más.
Para dormir bien has de estar cansado, físico y con agotamiento mental, ese que a mi no se me cura ni se me va, de ninguna forma ni manera.
Siempre necesito dejar mi mente vagar, para llegar a soñar, el subconsciente desarrollar, liberar la tensión y demás.
Con ejercicio físico por las noches, y una ducha de agua caliente, sin nada más, o con un vaso de leche, podría así conciliar…
Que con esta abrumadora pesadilla real, mi cabeza explotará, de agotamiento cerebral.
Solo necesito descansar, soñar, relajar, distraer, entretener, divertir, pero descansar, y soñar, relajas los músculos, entretener y divertir mi cerebro para liberar el esfuerzo ya que físico no lo tengo, descansar, descansa, descanso, sueño ya…

Mientras dormía, o eso parecería, emergió de entre las sombras una luz negra sin color, una silueta, pero no como cualquiera de la habitación, la pude ver, me hice el dormido, mi ritmo cardiaco amenazó aumentando el latido de mi pecho; de hecho, se acercó aquel ser, y yo estrecho me pareció que la tragedia terminó, me di la vuelta al cabo de un breve tiempo y por la espalda, puñalada trapera, sentí el dolor, el calor cambió mi color radical, comenzó por la grieta y empezó a bajar indirectamente a mi temperatura corporal, me llegó al corazón, me supo la sensación amarga por la sangre salada que penetró en mi ácida boca, tragué la dulce saliva mientras mi cuerpo caía, ya que se desquebrajó la cama en la que yo dormía, y con forma al centro de la Tierra tenía la alta sensación de que yo bajaba, más calor cuanto más adentro, sentía mi cuerpo que no se movía, aunque quisiese, mirando hacia arriba como me desvanecía, mi cuerpo se desintegraba de la velocidad de subida, perdón, bajada. Cuando al fin sugirió la situación despertar, al verlo yo oportuno, desperté y sin más mínimo ruido, me volví y giré, con la espalda en la pared, sentí de nuevo el frío, acto seguido, que con escalofríos había perdido, con de las mayores pesadillas había sufrido, al final, por despertar me recuperé. Entre la manta me sentía protegido.

El resto de sus días

Un sabio quería aprender a ver en la oscuridad pasando media vida en una cueva durante el resto de sus días. Vivió por años oculto entre las sombras hasta que lo consiguió.
Pero mal de él que al salir de allí la luz natural lo cegó y para el resto de sus días no podrá volver a disfrutar de lo que una vez, un día, se le dio oportunidad.